Las
células madre llevan cerca de tres décadas prometiendo un tratamiento para un
enorme rango de enfermedades. Desde que en 1981 Martin Evans y Matthew Kaufman
lograron cultivar por primera vez en su laboratorio de la Universidad de
Cambridge (Reino Unido) estas células capaces de transformarse en cualquier
tejido especializado, los médicos e investigadores de todo el mundo las ven
como una posible fuente celular para regenerar el miocardio después de un
infarto o para reemplazar aquellas dañadas por el Parkinson, el Alzheimer o la
diabetes, entre muchas otras dolencias.
En
aquella primera ocasión se trataba de células de ratón, pero, a pesar del
tiempo transcurrido desde entonces y del enorme número de estudios realizados
tanto in vitro como en animales, estas células pluripotenciales aún no se han utilizado
con éxito para tratar ninguna enfermedad humana. Precisamente su enorme
plasticidad y su ilimitada capacidad de autorenovación para formar más células
madre han dificultado su uso terapéutico debido a la posibilidad de que lleguen
a formar tumores o de que se transformen -diferencien- en tipos de células que
no se deseaban obtener.
Pero ese
muro científico está a punto de ser derribado. Una investigación realizada en
EEUU por uno de los grupos líderes mundiales en medicina regenerativa acaba de
demostrar que ya es posible obtener células madre, diferenciarlas en el tipo
celular deseado y trasplantarlas a un paciente humano para tratar una
enfermedad sin que éste las rechace ni generen problema alguno. En otras
palabras, es posible usar esta técnica sin temor a que estas células causen
tumores o rechazos.
El
trabajo, liderado por Robert Lanza, director científico de Advanced Cell
Technology, no sólo ha demostrado la seguridad del uso terapéutico de las
células madre, sino que también ha logrado resultados positivos en el
tratamiento de las dos enfermedades oculares que suponen la primera causa de
ceguera en los países desarrollados.
Los
autores del estudio, publicado hoy en la revista The Lancet, utilizaron células
madre embrionarias humanas para tratar a 18 personas afectadas por un trastorno
en la retina. Nueve de ellas padecían degeneración macular vinculada a la edad
y las otras nueve distrofia macular de Stargardt.
En este
caso se trataba de un ensayo clínico en fase 1, es decir, que sólo se trataba
de demostrar la seguridad de su uso en humanos. Y por ese motivo se realizó el
estudio tan solo en 18 personas, un número insuficiente para valorar
adecuadamente su validez como terapia médica. Pero, aún así, el equipo de Lanza
quiso extraer también conclusiones sobre el éxito del uso de células madre para
mejorar la visión de los pacientes. Y, al margen de la estadística, los
resultados hablan por sí solos: 10 de ellos mejoraron sustancialmente su
agudeza visual, siete no sufrieron cambio alguno o mejoraron muy poco y uno de
ellos empeoró su visión.
El
trabajo científico arrancó con la obtención de células madre a partir de un
embrión humano sobrante de un proceso de fertilidad. Después, lograron
encontrar la receta química, los factores de crecimiento, que provocan que las
células pluripotenciales se transformen en las células deseadas. En este caso,
las del epitelio pigmentario de la retina, aquellas que protegen a los
fotoreceptores, las células que permiten la visión. El último paso es el
trasplante de las células ya diferenciadas a la retina del paciente para
comprobar si se integran en el tejido y realizan su función. Y así fue en la
mayoría de los casos.
Ambas
enfermedades oculares provocan la muerte de este epitelio de la retina y como
consecuencia también la de los fotoreceptores, lo que provoca la ceguera. Por
eso es importante, señalan los autores, tratar en los primeros estados de la
enfermedad y con el número adecuado de células. Lanza y su equipo probó con
dosis de 50.000, de 100.000 y de 150.000 células. «El número de
pacientes del estudio fue demasiado pequeño para sacar cualquier conclusión
referente a la mejor dosis para lograr una mejora en la visión, pero hemos
visto los mayores avances con las dosis de células más elevadas».
Los
oculistas y doctores relacionados con la visión señalan que no es casualidad
que el primer uso terapéutico en humanos se haya aplicado en un trastorno que
afecta a los ojos, ya que estos órganos están muy aislados del sistema inmune y
eso reduce el riesgo de rechazo. «Se están sentando las bases de cómo vamos a
poder regenerar tejidos que antes era imposible siquiera imaginar», explica la
doctora Anniken Burés, del Departamento de Retina del Instituto de Microcirugía
Ocular de Barcelona.
Durante
años, el uso de células procedentes de embriones humanos despertó un gran
debate ético mundial, pero sobre todo en EEUU, donde la Administración Bush
prohibió en 2001 que se usaran fondos públicos para investigar con esta técnica.
En los últimos años las técnicas médicas han avanzado mucho y ya es posible
-gracias al trabajo del Nobel Shinya Yamanaka- reprogramar células adultas para
obtener células madre. Pero también se pueden extraer células de un embrión sin
destruirlo.
«Tanto
las células embrionarias como las pluripotenciales inducidas a partir de
células adultas pueden funcionar bien, ya que el protocolo de diferenciación
para obtener células del epitelio pigmentario de la retina es el mismo para
ambos tipos de células madre», explica
Robert Lanza. «Pero es importante señalar que ambas técnicas pueden llevarse a
cabo sin destruir ningún embrión», sentencia.
Robert
Lanza (Boston, 1956) cuenta que ya alteraba casi como un juego la genética de
gallinas y pollos en el garaje de su casa familiar antes incluso de terminar el
instituto. Por supuesto, apenas aterrizó en la Universidad de Pennsylvania
llamó inmediatamente la atención de los investigadores de la Escuela de
Medicina de la Universidad de Harvard, que vieron en él un valor seguro de cara
al futuro. Y no se equivocaban. En los primeros pasos de su carrera científica,
Lanza se situó como una referencia mundial en el campo de la clonación y la
investigación del uso terapéutico de las células madre. Uno de sus primeros
éxitos sonados fue la clonación de embriones humanos y después continuó con la
clonación de animales amenazados. En la actualidad, dirige el equipo científico
de la compañía biotecnológica Advanced Cell Technology y es uno de los
científicos estrella en EEUU. No en vano, en 2014 fue elegido como una de las
100 personas más influyentes del mundo por la revista TIME. Uno de sus rivales
científicos más brillante, Anthony Atala, del Instituto de Medicina
Regenerativa de la Universidad de Wake Forest (EEUU), resume así la importancia
del trabajo de Lanza en un artículo en The Lancet: «Aún queda mucho
trabajo por hacer antes de que las terapias con células madre embrionarias
humanas o con las inducidas vayan más allá de estos primeros ensayos, pero las
bases ya están sentadas».
Robert
Lanza (Boston, 1956) cuenta que ya alteraba casi como un juego la genética de
gallinas y pollos en el garaje de su casa familiar antes incluso de terminar el
instituto. Por supuesto, apenas aterrizó en la Universidad de Pennsylvania
llamó inmediatamente la atención de los investigadores de la Escuela de
Medicina de la Universidad de Harvard, que vieron en él un valor seguro de cara
al futuro. Y no se equivocaban. En los primeros pasos de su carrera científica,
Lanza se situó como una referencia mundial en el campo de la clonación y la
investigación del uso terapéutico de las células madre. Uno de sus primeros
éxitos sonados fue la clonación de embriones humanos y después continuó con la
clonación de animales amenazados. En la actualidad, dirige el equipo científico
de la compañía biotecnológica Advanced Cell Technology y es uno de los
científicos estrella en EEUU. No en vano, en 2014 fue elegido como una de las
100 personas más influyentes del mundo por la revista TIME. Uno de sus rivales
científicos más brillante, Anthony Atala, del Instituto de Medicina
Regenerativa de la Universidad de Wake Forest (EEUU), resume así la importancia
del trabajo de Lanza en un artículo en The Lancet: «Aún queda mucho trabajo por
hacer antes de que las terapias con células madre embrionarias humanas o con
las inducidas vayan más allá de estos primeros ensayos, pero las bases ya están
sentadas».
Avanzamos, quizás mejor con células Ips.
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