Un tema de gran actualidad en el ámbito de la salud ocular, es el de la alimentación para evitar que acontezca la DMAE. En los países desarrollados, la degeneración macular asociada a la edad (DMAE) es una de las causas más importantes de pérdida visual. No tenemos un tratamiento satisfactorio, por lo que la demanda de una solución es alta. Se trata de una demanda de los pacientes, que buscan una forma de curar o frenar su enfermedad; de las compañías farmacéuticas, porque se trata de un sector de población muy amplio y motivado a adquirir una solución; y de los médicos, para poder ofrecer algo que funcione a sus pacientes.
Todos queremos un tratamiento que funcione. Y eso hace que podamos perder la objetividad y nos apresuremos a sacar conclusiones. Porque la realidad no depende de nuestras aspiraciones, y la única forma de obtener respuestas fiables a nuestras preguntas es siguiendo escrupulosamente el método científico. Y para la DMAE existen estudios científicos de diferentes ámbitos (investigación básica, epidemiológica, clínica) que apunta la posibilidad de que una serie de nutrientes influye positivamente, frenando en cierta forma la enfermedad. Y eso está muy bien, es una vía de investigación prometedora. Pero por lo que hemos dicho antes, por las expectativas y los intereses creados, no debemos sacar conclusiones precipitadas.
El tema no es fácil. No se trata de una ausencia de evidencia científica, hay indicios sólidos que nos dicen que el aporte de ciertos elementos de la dieta (pigmentos visuales, ácidos grasos, oligoelementos) modifican o alteran la historia natural de la enfermedad. Estamos efectivamente actuando en el mecanismo bioquímico. Pero no hay ensayos clínicos que nos permitan contestar directamente a las preguntas que deberíamos responder cuando a un paciente le ponemos un tratamiento: con este complemento dietético que le mando a mi paciente (con una serie de características concretas de dieta, genética, factores de riesgo, etc), ¿en cuanto reduzco el riesgo de aparición o progresión de DMAE?. ¿Cuanta agudeza visual de media estoy previniendo de perder si trato a un grupo o población?. ¿Cuánto tiempo hay que tratar? ¿Hay algún tipo de personalización en dosis de acuerdo a características individuales?. Éstas y más preguntas están en la actualidad sin contestar, y más en un medio europeo: los estudios con más evidencia científica, en los que se sustentan los tratamientos actuales (se llaman AREDS y AREDS2) están realizados en EEUU, con una población demasiado diferente como para poder extrapolar con comodidad los resultados.
Por lo tanto, ni podemos desechar la hipótesis de los complementos nutricionales porque hay suficientes indicios, ni podemos concluir que es un tratamiento totalmente demostrado porque quedan muchas lagunas por solucionar.
Daremos unas pequeñas nociones de cómo funciona la investigación. No toda publicación científica es evidencia científica. No todo “paper” que aparece en una revista científica, aunque sea prestigiosa, debe tomarse como una afirmación indiscutible. De hecho, nada en ciencia puede tomarse como indiscutible, porque precisamente la esencia del método científico es que no hay dogmas, todo es revisable y cuestionable. La fortaleza de una teoría viene de:
El diseño del estudio; los propios investigadores hacen de “abogado del diablo”, tanto al diseñar el experimento como tras publicar los resultados. Intentan eliminar todos los sesgos y errores posibles y que lo que pretenden afirmar sea consistente.
La revisión por pares, respuesta de la comunidad científica tras las publicaciones. Otros expertos en el tema intentan buscar debilidades y limitaciones al estudio.
La reproductibilidad: otros investigadores independientes replican el experimento, ensayo, etc, con otras condiciones. Así se demuestra la “universalidad” de las afirmaciones, y se descartan errores de la primera investigación (involuntarios o intencionados, que también hay científicos deshonestos) .
La durabilidad: años después de continua revisión y puesta a prueba, los resultados siguen siendo válidos. Y otras hipótesis basadas en la primera demuestran ser también correctas.
En un próximo artículo detallaremos los avances, y que medidas dietéticas como suplementos y complementos de antioxidantes, vitaminas y minerales son adecuados para intentar aportar los medios que nuestra mácula necesita para funcionar mejor.
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